The Wailers
Madrid, 18 de Diciembre de 1992, Sala Canciller.
El legado de Bob Marley como artista solamente es rebasado por el del humanista, la creación del arte mediante la frustración social.
La Cita era a las 10:00 PM en la Sala Canciller de Madrid, un pequeño pero legendario recinto cultural del centro de Madrid, situado en la calle Alcalde Lopez Casero No. 15, con una capacidad de alrededor 1000 personas, un recinto meramente roquero, que en esa ocasión, abrió sus puertas a la legión de Rastafaris asentados en aquella región de Europa.
En aquel entonces mi relación con el Reggae era intensa pero neófita en muchos sentidos, avocado principalmente por el ritmo, desconocía los aspectos profundos de la ideología y la filosofía de los Rastafaris, una filosofía basada en la re-interpretación de la Biblia, África como cuna de la humanidad y una profunda aversión por la política en general. Ese conjunto de aspectos apasionaron a un Bob Marley de tan solo 25 años, edad en la que se volvió Rastafari.
Como dato breviario, El nombre de Rastafaris se debe a la unión del nombre que asumió el Emperador Hallie Sellassie de Etiopía al subir al trono, allá por la década de los 30's, Ras Tafar I, una imagen que influyo enormemente en la vida de Bob Marley.
Volviendo a La Sala Canciller o "La Canci" como coloquialmente se conoce, fue escenario de una de las noches mas memorables de las que tengo conocimiento, una noche donde la dimensión del legado de Bob Marley & The Wailers tomó un tinte personal, ya que los que estuvimos ahí, fuimos testigos de una catarsis social como pocas, ya que la mayoría de los asistentes, eramos parias en aquel país, mucho Okupas como despectivamente se nombra a los inmigrantes en España, una noche envuelta entre el Rojo, Amarillo y Verde, con un setlist de antología, haciendo un recuento por toda la discografia de The Wailers, himnos de Revolución, Raíces, Amor y Esperanza.
Jamming, Waitin in vain, Exodus, No woman no cry, Buffalo Soldier, Could you be loved, Zimbabwe, Africa Unite, Redemption song, Three little birds, So much trouble in the world, I shot the Sheriff, Burnin n' lootin, Rastaman Chant, Coming from the cold, Pimpers paradise, Turn your lights down low, Kaya, Trenchtown rock, Lively up yourself, Natty Dread, Is this love...con un escenario inigualable, voces africanas, algarabía, euforia ante unos Wailers liderados por Junior Brainwhite en la voz, los hermanos Barret, Earl Lindo, Seeco Patterson, Al Anderson y Beverly Kelso, que a mi parecer, se enorgullecían al presenciar esa catarsis que mencione al inicio, donde pareciera que la energía de Bob Marley estuviera presente, donde no importaba que su imagen no estuviera, la reacción de la música era la misma, ahí la fuerza del mensaje, la trascendencia de su obra, mas allá de la imagen física.
Una noche donde la figura de Bob Marley se elevo a un nivel superior de cualquier artista que yo conociera, una imagen rebelde y nunca vulnerada, un alma libre y bondadosa, dedicada de por vida a difundir un mensaje, un guerrillero que tenia su voz y su guitarra como única arma, capaz de unir un gobierno enfrascado en una guerra civil por tomar el control de su natal Jamaica, victima de un atentado, autoexiliado en Londres, plagiado por su propio productor, el grande pero a la vez mercenario Lee Scratch Perry, que vendió los derechos de "Rebel Music" sin autorización de The Wailers, creador de su propia disquera, Tuff Gong, únicamente para ser dueño absoluto de su tiempo creativo, su labor altruista, dando alimento a casi 4000 familias, es ahí donde la leyenda toma vida, donde la figura de Bob Marley se eleva por encima de otros grandes cantantes, donde aquella noche de Babilonia en La Sala Canciller, estuvo presente ante mil personas que vibramos su presencia, donde su obra tomo un rumbo diferente, donde todos nos subimos al tren rumbo a Zion.
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